Este escrito está dedicadoÂ
a un gran amigo, Bernardo,Â
pues supo intuir mi interiorÂ
al leer algunas de mis obras.Â
Mis escritos son parte del sonido de mi alma...Â
Mi alma... esa recóndita porción de mí... llena de vericuetos... de senderos no
recorridos... de ilusiones por concretar...  Mi alma... esa ilustre desconocida aún para mí
misma, ya que no dejo de sorprenderme a mí misma con actitudes que creí que era imposible que naciesen de mí, así de pronto, espontáneamente.Â
Mi alma... ese yo que pugna por expresarse... que me dicta sin voz sus
impulsos, y la que me tranquiliza en los momentos de desánimo...Â
Mi alma, ésa que me y se desnuda en cada gesto, en cada palabra, en cada
sonido...Â
Mi melancolía... Ay, mi melancolía!.  Ésa que se denota en mis
escritos. Ésa que, quizás, nace de una profunda tristeza interior y
brota.. ¡vaya si fluye como cascada!, y no pretendo ocultarla pues de mi melancólico ser no me avergüenzo.Â
Mi tristeza... que se confunde con mi melancolía, que me arranca lágrimas en mis ratos de
soledad, sin motivos aparentes, ésa que nubla mis ojos e intenta apagar su
brillo...Â
Mi vida... esa sucesión de lágrimas y risas, de recuerdos y de presentes, de ayeres casi olvidados y de proyectos por
concretar.   ¡Tantas cosas por hacer y rehacer!.Â
Mi vida es, entonces, una perfecta conjunción de mi melancólico ayer, mi sereno hoy y la promesa de un mejor mañana.Â
Mi vida es, pues, la posibilidad de contemplar ocasos esperando nuevos
amaneceres.Â
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