ARTE Y LOCURA Carlos Yusti  Comienza a
manifestarse los primeros síntomas de la enfermedad. Su extraño comportamiento
le hace primero perder a su clientela y luego un importante puesto como catedrático.
Decide aislarse y empieza a trabajar en una serie de bustos denominados como
“Los caracteres de Messerschit”. La pecualiridad de estos bustos, aparte de
su gran exactitud técnica, radica en la deformidad expresiva que tienen. Sobre
esta peculiar deformación de los bustos en una oportunidad explicó: “El
demonio me pellizca y yo le devuelvo el pellizco al demonio. Las esculturas son
el resultado de estos encuentros.” El
mundo que plasmaron los expresionistas en sus telas poseía un componente
psicopatológico y como escribió el psiquiatra Pedro Téllez Carrasco, el
expresionismo fue un esfuerzo para reportar por medios plásticos, no el mundo
exterior, la realidad, sino el mundo interior de artista. Â James
Ensor y Evar Munich son pintores expresionistas que a través de sus cuadros
muestran con crudeza ese desequilibrio emocional y que en Vicent Van Ghog
alcanzará su expresión más alta. Como artista tuvo mala fortuna. Las
privaciones de todo tipo lo llevaron al manicomio. Las
crisis nerviosas se suceden en un crescendo de violencia. En 1889 entra el
hospital psiquiátrico de Saint-Rhémy. En ese lugar de pesadilla antiséptica,
y viajando indetenible hacia la locura, realizará 150 telas y centenares de
dibujos. De este conjunto de obras destacan "El segador" y "Campo
de trigo con vuelo de cuervos". Se puede especular que su tela "El
segador" anuncia, con poética y turbadora clarividencia su destino final.
Con referencia al cuadro Van Gogh escribió: "Veo en este segador una vaga
figura que lucha como un demonio en pleno calor, para acabar su faena; veo en él
la imagen de la muerte…pero en esta muerte no hay tristeza, pasa a plena luz,
con un sol que inunda todo con un brillo oro". Armando Reverón luego de su travesía respectiva por la clínica psiquiatrica terminó escapando. Recluido en un castillete cerca de la playa convirtió el acto de pintar en un ritual. Se amarraba con férreos mecates en la cintura y luego embestía con furiosa irracionalidad la tela. Al final sus telas eran paisajes de luz, pinceladas gestuales que simplificaban el paisaje de la costa con escuetas pinceladas donde la luz lo era todo. El
caso de Javier Téllez es bastante peculiar. Sus padres eran psiquiatras y
sumergido en esa atmósfera de la locura como algo cercano y cotidiano (Uno de
sus hermanos murió esquizofrénico) ha llevado la locura a su taller para
extraer de ella su metáfora estética.
La
interrelación del arte y lo locura es bastante estrecha. Además entre la
genialidad y la locura hay una frágil y delgada frontera. Picasso era un déspota
tacaño. Dalí hizo de loco para publicitarse como genio y luego terminó creyéndose
su papel. Balthus tenía muchas manías. Pollock administraba emborrachaba su
locura trasegando mucho alcohol. Frida Khalo era una amargada melancólica y
egocéntrica. La lista es larga. Hoy la locura del mercado organiza la piñata
estética y una obra de arte tiene valor no por su contenido, sino por su
cotización en el emporio artístico. Lo
escrito por Perán Erminy es puntual: “Si la locura es indefinible y
terriblemente enigmática y desconocida, y si no podemos reconocerla, pero sólo
a través e su calificación por el poder, aunque no compartamos las razones de
su exclusión social y cultural, ni una definición como patología, menos aun
en las artes, para las cuales es necesaria y consustancial.” |
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