HE DECIDIDO NO PAGARLE
Carlos Hugo Burgstaller
Antonio Vera entró en la ferretería con gesto serio, estaba cansado del viaje, del calor y de la tierra que volaba con desidia en aquel perdido lugar. Â
Doscientos cincuenta kilómetros de nada, de ruta, de pensamientos masticados mil veces y el horizonte lejano de la pampa que lo hartaba como un mar
infinito.
Eran las doce en punto y la calle principal estaba desierta cuando estacionó su viejo Ford frente al local.
Cuando su pie derecho pisó el interior del negocio, como en un acto repetido cien veces, instaló en su rostro una sonrisa y lanzó un sonoro "Buenos días".
Ricardo Cansino levantó la cabeza, lo miró como siempre, con una mezcla de costumbre y resignación y le extendió la mano. Â
Cansino parecía salir de un estado de somñoliencia casi perfecto.  Antonio Vera lo saludó y apoyó su portafolios sobre el desteñido y ajado mostrador he hizo un comentario (demasiado trillado) sobre el calor. Â
Ricardo Cansino contestó que todos los veranos era igual, hacía mucho calor. Â
Luego unos instantes de incómodo silencio que solo se quebró con el ruido del portafolios que se habría y los papeles que salían como vómito de
borracho.
Antonio Vera buscó en el desorden de sus papeles mientras con tono de quien dice algo sin querer decirlo le informó a Cansino: "Tengo una facturita que venció la semana
pasada".
Ricardo Cansino lo miró desde lejos, muy lejos, desde más allá de sus ojos, más allá del sol del mediodía y la tierra que teñía la calle y dijo: "He decidido no
pagarle".
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