LEYENDA:Â CUCHILLADA DE ROLDÁN
Por:Â Fernanda Savala
Del libro "Leyendas y tradiciones valencianas I
(Enviada por nuestra amiga Pepa Esperanza Llinares)
Frente a la costa de Benidorm emerge del mar una isla cuyo origen los habitantes de la Marina Baixa atribuyen a un episodio que protagonizó el legendario Roldán, célebre héroe de La Chanson de
Roldan, el más antiguo de los cantares de gesta franceses, compuesto entre los años 1100 y 1125. Con el
tiempo, acudieron numerosas versiones en torno al talante suyo y a sus proezas, extendidas por juglares y a través del arte y la
literatura. Tampoco podían faltar relatos que relacionan algunos paisajes españoles, singularmente caprichosos por obra y gracia de la
Naturaleza, como la Brecha de Roldán en el Pirineo Aragonés; el desfiladero del mismo
nombre, ubicado entre las Sierras de Santa Olarreta y San Julián o la isla alicantina en cuestión, con escenarios por los que anduvo el noble caballero, supuesto sobrino de
Carlomagno. Que al conocerlo, exclamó, valorando su temprana intrepidez: Este pequeño será el halcón de la cristiandad..
Varias narraciones y poemas afirman que le sobrevino la muerte en Roncesvalles al regreso de un viaje a España donde estuvo luchando contra los
sarracenos. Sin embargo, las gentes de Benidorm conservan su propia versión, porque se la transmitieron sus
mayores.
Dicen que en el barranco del Liriet, provisto de un manantial de aguas cristalinas y de una frondosa flora debida a la benignidad del
clima, vivían Roldán y su amada Alda meses de holgura y placidez, después de múltiples separaciones impuestas por los avatares bélicos. La mítica y temida Durandarte que él tantas veces empuñó para batir
enemigos, yacía ahora limpia de sangre y lodo, sobre un cojín de damasco rojo, gozando de idéntico sosiego que su
señor.
Puig Campana, autor:Â
Pepa E. Llinares 2000
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Un día, Alda sintióse enferma y como transcurrida una semana los síntomas
-inapetencia, fiebre, vómitos e inusual cansancio- no remitían,
Roldán, preocupado, trepó a lo alto del Puig Campana en busca de un mago que habitaba mas cerca del sol y de las estrellas que del mar tendido a sus pies, para consultarle la causa y el remedio de la pertinaz afección que presumía a
Alda. El oráculo fue adverso, un cáliz de hiel. Por lo que
cuentas, la dolencia es incurable.
No existe pócima, hierba o conjuro alguno capaz de sanarla. Vuelve junto
a ella, Roldán, porque tu cariño será el mayor alivio, la fuerza que le
aliente a vivir. |
Entre ofuscado e incrédulo, aferrándose a la vaga esperanza de que el amor obra
prodigios, Roldán, se reunió con Alda, colmándola de ternuras y
atenciones, que si bien robustecieron la querencia de ambos no incidían en la mejoría de la
enferma, cada vez más pálida, quebradiza y ausente. |
Un madrugada, preso de rabia y descorazonado porque, al parecer, el bálsamo de un amor infinito no era tan curativo como le predijo el
brujo, ascendió de nuevo a la cumbre, llevándose consigo a Durandarte para dar merecido castigo a
quien, según él, lo había defraudado. El viejo hechicero, buen conocedor de su
oficio, le salió al encuentro y le dijo:
-Te esperaba y comprendo tu aflicción. Pero es voluntad de los astros o del Dios que vela por ti en las campañas contra los infieles que Alda muera
hoy, cuando el último rayo de sol alumbre esta tierra. No olvides que nada ni nadie doblega los designios divinos ni
siquiera, en este caso, el amor más sublime. -
Su mirada era franca, solidaria, indicativa de bondad y sabiduría, impropia de un
estafador.
Entonces, Roldán, con Durandarte desenvainada, desahogó su ira partiendo de un
tajo, desde la cresta a la raíz, el extremo del monte, sacudido por un brutal puntapié del guerrero y a merced del
oleaje, fue a varearse a dos millas del litoral.
Al atardecer, los amantes aguardaban su destino. Ella,
resignada; él dispuesto a combatirlo, suplicándole a Dios clemencia para Alda y perdón por aquel arrebato suyo de furia que casi provoca un
maremoto. De pronto, advirtió que la isla, teñida de bellísimas luces
cobrizas, aún no había ensombrecido e improvisando una balsa, embarcáronse los dos rumbo al peñasco para burlar a la
muerte, que siempre ladina adoptó forma de gigantesca ola bajo cuyo manto perecieron a traición. |

Detalle Puig Campana, Autor: Pepa E. Llinares
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Al atardecer, los amantes aguardaban su destino. Ella,
resignada; él dispuesto a combatirlo, suplicándole a Dios clemencia para Alda y perdón por aquel arrebato suyo de furia que casi provoca un
maremoto. De pronto, advirtió que la isla, teñida de bellísimas luces
cobrizas, aún no había ensombrecido e improvisando una balsa, embarcáronse los dos rumbo al peñasco para burlar a la
muerte, que siempre ladina adoptó forma de gigantesca ola bajo cuyo manto perecieron a traición.
De esa postrera gesta queda el vestigio de un acantilado que los lugareños llaman la Cuchillada de Roldán.
Durandarte, huérfana de amo, perdiose en las profundidades del Mediterráneo, cuna de misterios y
leyendas.

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