ARMANDO REVERON

Carlos Yusti


Meti� la luz de las playas tropicales en sus lienzos. Convirti� el acto de pintar cuadros en un ritual colindante con el delirio y la magia. Incendi� los lugares comunes de lo que significa ser pintor, dio la espalda a la oscuridad de galer�as y museos de arte para iniciar un peregrinaje que lo llev� a Macuto. Como tratando de darle luminosidad a sus visiones pict�ricas se march�. Lo acompa�aba Juanita, la musa de su alma y de sus huesos. Tuvo como sincero amigo a un mono, dijo con admirable y feroz sencillez: "Yo pinto con amarillo y mierda". Aislado y estremecido por la luz leg� para las nuevas generaciones de artistas m�s que una obra una actitud, una manera singular de asumir el arte. 

Lo dem�s que se ha escrito sobre Armando Rever�n es an�cdota cultural, hablilla de estetas, palabrer�a de la cr�tica especializada para hacerlo soluble y domesticable en el mercado del arte. Lo dem�s que se ha escrito sobre Armando Rever�n es an�cdota cultural, hablilla de estetas, palabrer�a de la cr�tica especializada para hacerlo soluble y domesticable en el mercado del arte. 


Armando Reveron Autoretrato

 

Desnudo con frutos y flores,1934
Temple, �leo, �xidos sobre tela.
colecci�n GAN(Galer�a Arte Nacional)

Detr�s de todas esas bambalinas anal�ticas de la obra de Rever�n, detr�s de toda ret�rica de p�gina cultural hay un extraordinario pintor tratando de aprehender la luz en un trazo y en esa actividad no hay misterio alguno, s�lo disciplina, locura y devoci�n a la hora de enfrentar la tela en blanco. Detr�s de todo ese documentalismo literario, po�tico y f�lmico no hay m�s que un hombre pose�do por el absurdo que comporta la creaci�n art�stica, al margen de c�nones y pautas acad�micas.

No buscaba recompensas, ni halagos p�blicos o de cr�tica, mucho menos estuvo interesado en el alcance futuro de su trabajo, s�lo buscaba vivir desde el asombro eso de pintar cuadros. Por esa raz�n intent� amueblar su soledad creadora con mu�ecas de trapo y tel�fonos e instrumentos musicales de cart�n. M�s que un pintor dotado con mucho fulgor interior, parece uno de esos mendigos que salen en las obras de Samuel Beckett, mendigos que esperan con in�til y resignado desasosiego una respuesta a las interrogantes del existir. 

La pintura de Rever�n hoy nos salva del academicismo r�gido, del cinetismo matem�tico y racionalista, del arte como vedettismo social, como perfomance y arte ef�mero. Su actitud desfachatada invadi� nuestra juventud de luz suicida, de paisajes l�mpidos, de figuratismo de cuento �rabe. Su pintura nos salv� del cuadro y del artista trasmutados en mercanc�as. 

 


La Cueva, 1919
Oleo sobre tela
104 x 157 cm
Colecci�n Inversiones SAWAS


Los ba�os de Macuto
Oleo/tela-52x65cm
Colecci�n  privada.

Con su pintura Rever�n supo transmitir que la luz de nuestro pa�s es como un viento fuerte que estremece el ramaje de nuestros huesos, que nos empuja hacia la po�tica de la vida sin otros accesorios que la pasi�n de sentir la luz para mirar al mundo ya no con los ojos, sino con el coraz�n. Eugenio Montejo escribi� con gran inteligencia po�tica refiri�ndose a la luz de nuestro litoral: "En los ardientes mediod�as, aun bajo el ala del sombrero, los ojos se pliegan hasta casi cerrarse, defendi�ndose de la abrasiva claridad.   

Muchos hombres de nuestras costas guardan el h�bito de verlo todo, aunque haya ca�do la noche, por una breve hendija que no deja adivinarles el color de los ojos. Ven como si durmieran. As�, por cierto, debi� pintar Armando Rever�n cuando en sus grandes telas de r�stica materia trat� de asir el testimonio de nuestra cruda intemperie marina. As� tendr�an que ser vistos sus cuadros si queremos acercarnos a la vehemente luz que su pincel fielmente circunscribe. Son colores amotinados dentro de una tensi�n blanquecina." 

Pintar como si durmiera a pleno d�a ese es el legado de Rever�n. Ante tanta oscuridad pol�tica y econ�mica quien dicta las pautas de luz es un pintor nacido en Caracas en 1889, es un pintor al que hemos valorado desde lo anecd�tico y lo singular; un pintor que, a pesar de la ceguera cultural, nos representa y nos afirma al pintar esa luz de la que estamos hechos; lo �nico malo es que no tenemos ninguna disposici�n para ver la vida como si durmi�ramos, como si so��ramos delirios con los ojos abiertos, pues vivimos en la vigilia monocorde de nuestras inefables apetencias humanas y neoliberales. 


El play�n, 1942
Oleo, temple sobre tela
114 x 148cm
Colecci�n GAN (Galeria Arte Nacional)

 

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