FORMAS, ALEGORIAS Y CONSTATACIONES Joan Lluis Montané   Formas geométricas, abstracción pura dentro de la forma. Obras que presentan estructuras que aluden a referencias concretas, pero sin describirlas. Se trata de alusiones, alegorías y constataciones de una cierta aproximación a personas, seres, paisajes, animales, caras, sentimientos. Las describe de manera ilusoria, como si fuera magia, que desvela sin desvelar el contenido del sombrero o de la chistera. Varita mágica, conejo que salta, pero... ¿dónde está el conejo? No se trata de un juego óptico, pero casi. La obra geométrica de Francisca Blázquez se genera a partir de conjuntos de formas que se sustentan en el espacio, que proceden de otros mundos, y que la artista produce a través de su desbordante imaginación. Es decir que no busca en la realidad, no le interesan las referencias, antes al contrario bucea en el universo, ve sin ver en el cosmos, le dictan diferentes estructuras desde el marasmo colectivo del infinito, a partir de la magmacidad colectiva. No sabe como es pero, de repente, se encuentra dibujando formas extrañas, asimétricas, claramente dimensionales, dentro de un contexto elegante, sereno, espiritual, en el que predomina el mundo de las almas, de las energías que producen cambios positivos y transformaciones mágicas.
No hay ni son animales, pero en algunas obras, las formas nos recuerdan caballos, en otras grandes rostros que, si los contemplamos de lejos, son geometría pura, pero, de cerca, son una pléyade de concomitancias, que nos retrotraen a imágenes concretas, pero que, a la vez, conservan toda su capacidad de recrear alegorías sobre las mismas. El misterio nunca se desvela, porque las formas posen una gran dosis de enigma, el suficiente como para mantenerse en el anonimato y no dejar constancia de sus intenciones finales. La magia de la obra de la creadora multidisciplinar madrileña estriba en representar alusiones a una cierta noción de realidad, sin hacerlo. Todo es pura intuición y se deja al libre albedrío del propio espectador que es quien contempla la obra. No hay trazos recurrentes, ni tampoco intención de asimilar la realidad a partir de sus formas geométricas. Antes todo lo contrario. Su obra obedece al dictado del espíritu, al dejar fluir el interior e ir desgranando su producción pictórica casi de manera circunstancial y automática.
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