ORTOGRAFIA Y REPUBLICA


L. de Trazegnies

(Art�culo enviado por Susana Ferrer)
 

 
 
Cuando soplan vientos conservadores todo se vuelve conservador; la literatura, el cine, el sexo, hasta la ortograf�a se vuelve conservadora.

Tengo en mis manos, como pan caliente,
la Ortograf�a de la lengua espa�ola
(Ed. Espasa Calpe, S.A. Madrid, julio de 1999)
de la Academia de la Lengua
  y sus veintid�s filiales americanas conservadoras del idioma. Ya en el  pr�logo, los ilustres eruditos, anuncian que "apenas hay en ella novedad   de doctrina, pero se recoge, ordena y clarifica" la existente. En otras  palabras, no se ha avanzado nada en el reconocimiento de la evoluci�n de   la ortograf�a del idioma.

  Tal vez sea el lenguaje la res publica m�s importante de un pueblo. �Qui�n  no necesita expresarse? �qui�n no intenta explicarse de la mejor manera posible? La palabra, adem�s, es lo �nico que nos queda, aunque s�lo sea  para insultar, cuando nos han quitado hasta el derecho a opinar. Por eso es patrimonio com�n, que evoluciona en boca de todos (y en este caso en m�s de trescientos millones de paladares). La lengua es consustancial al individuo,  la carnosa y la palabra et�rea,  ambas igual de importantes.
Dif�cil tarea la de las academias,  pero eso no justifica su pusilanimidad.
 
�Cu�les son las peque�as novedades presentadas por esta vetusta instituci�n?

  Confirman la eliminaci�n de los conjuntos de letras Ch y Ll (inclu�das artificialmente en 1803 como letras independientes) que nunca debieron  existir.  Ya era hora, pero pasan de puntillas sobre la conflictiva � que   nos sigue alejando del alfabeto latino universal de veintis�is letras. Si
  la suprimi�ramos, la �nica particularidad del castellano se reducir�a a   una peque�a tilde sobre la N (equivalente a la antigua NN) que modifica su   pronunciaci�n; como la C con cedilla francesa (�) que no tiene rango de letra.
 
En m�s aspectos la Academia es involucionista.  Cuando ya nos est�bamos acostumbrando a escribir sic�logo o setiembre (como seud�nimo, o neum�tico) nos recomienda (no se atreve a obligarnos) volver a incluir esa  P muda. Con lo cual, lo que podr�a ser una incorrecci�n pol�tica: "Los
  acad�micos sufren psoriasis en la psique", resulta siendo una frase ortogr�ficamente perfecta.

  Los acentos merecen cap�tulo aparte. Las grandes concesiones se reducen a   dejar en libertad la acentuaci�n de monos�labos con m�s de una vocal,   seg�n cada hablante lo perciba como diptongo (monos�labo) o hiato
  (bis�labo). En el primer caso no se acentuar�an y en el segundo s� (por ejemplo, hui o hu�, fie o fi�, guion o gui�n, etc).

  Pero esta aclaraci�n de la Academia nos da pie (sin acento) para preguntarnos porqu� debemos escribir acentos gr�ficos sobre palabras en donde no hay ninguna duda sobre la s�laba que lleva el acento t�nico. El lector conoce y aplica las mismas reglas ortogr�ficas que el que escribe.
  Es decir, si yo escribo "cami�n", el que lee sabe perfectamente que cami�n lleva el acento t�nico en la O, sin necesidad de indic�rselo con una tilde
  casi ofensiva. S�lo se justificar�a que se continuaran indicando los acentos en los manuales para ni�os o extranjeros, porque pueden tener dudas en la pronunciaci�n de las palabras, pero nada m�s. De hecho, en
  castellano, la mayor�a de los vocablos son polis�labos con diferentes acentos t�nicos y seg�n las reglas ortogr�ficas no todos se acent�an gr�ficamente. No tenemos ninguna dificultad en leer "correctamente" y de
la misma manera leer�amos "cort�smente" sin necesidad de esa tilde sobre la E que defiende la Academia.
 
  El acento gr�fico deber�a quedar reservado, mal que le pese a la Academia, a las palabras que tienen la misma forma pero que su significado var�a dependiendo de la tilde y que ella misma se�ala. Es el caso de algunos pronombres personales, como "�l" que se distingue por el acento del art�culo "el", o "t�" para distinguirlo del pronombre posesivo "tu".
  Igualmente el adverbio "m�s" se distingue de la conjunci�n "mas", o el adverbio "s�lo" (de solamente) del adjetivo "solo" (de soledad). Tambi�n se deber�a mantener el acento en algunos verbos donde se hacen imprescindibles para conocer su tiempo, y en los adverbios de las
  oraciones interrogativas indirectas para reconocer "cu�ndo" y "qu�" estamos preguntando, pero se deber�an suprimir de las interrogativas directas: �Por "qu�" se habr�an de poner, si lo estamos indicando claramente con un signo de interrogaci�n al principio y al final de la frase? Y si existen varios adverbios en la misma frase interrogativa, no presenta ninguna confusi�n averiguar en cu�l reside realmente la pregunta.
  En resumen, deber�amos reservar los acentos s�lo para las palabras que los necesiten.
 
  Dec�amos que cuando soplan vientos conservadores todo se vuelve conservador; hasta los novelistas se transforman. De haberle escuchado discursear a Vargas Llosa que ser "acad�mico" pod�a tomarlo como agravio o broma y que se sent�a totalmente distanciado del "casticismo",
  "conservadurismo" y "catolicismo", a estos tiempos neoliberales que corren en los que nuestro ilustre escritor es Acad�mico de la Lengua, conservador en pol�tica y defensor, en coyunda de eruditos, de la pureza "castiza" del lenguaje...
 
Este inmovilismo idiom�tico, ceguera ortogr�fica, o como se quiera llamar, es justamente lo que nos expone a la corrupci�n del idioma, cara a otras culturas, y es tambi�n lo que nos impide evolucionar social y pol�ticamente. Cuando la Academia se mete a la caverna, la Palabra se fosiliza. 
 
  A los que no somos doctos, nos interesa saber, por ejemplo, que Rep�blica viene de res publica, es decir, de la participaci�n del pueblo en lo que nos es com�n, como la lengua, fundamentalmente. En cambio Monarqu�a deriva
  de mono y arkhein que significa "mando �nico", como el de la Academia para dictar las normas ortogr�ficas.
 
De la Revoluci�n Francesa para ac� se tiene a la Monarqu�a, con raz�n, por r�gimen anacr�nico e injustificado. La Espa�a progresista ha forjado dos "revoluciones francesas", con el m�rito de haber sido pac�ficas ambas, para instaurar sendas rep�blicas. Fue in�til. La Espa�a conservadora de la
  Contrarreforma, la Espa�a negra de la Inquisici�n, intolerante, fan�tica, anticervantina y quijotesca, se encarg� de hacerlas abortar en muy poco tiempo; la �ltima con una guerra "incivil". El binomio Monarqu�a/Academia
  enfrentado al de Pueblo/Lenguaje.
 
  Le�n Felipe (republicano espa�ol de M�xico y republicano universal de T�bara) que en los �ltimos a�os de su vida recibi� como �nica distinci�n acad�mica una simple carta del Che Guevara, lo dijo de muchas maneras y a veces hasta sin quererlo:
 
  Pero un pueblo, una patria, no es m�s que la cuna de un hombre. Se deja la tierra que nos pari� como se dejan los pa�ales. Y un d�a se es hombre antes que espa�ol.

  Porque la res publica es de todos, hombres y mujeres, que viven en esta Tierra; la "cosa com�n" es planetaria. 

  Pero se�ores acad�micos, si no somos ni siquiera capaces de quitarles las tildes innecesarias a las palabras, ni suprimir una inc�moda P griega, �c�mo vamos a participar en la res publica, c�mo vamos a prescindir de la  Monaqu�a y las Academias? �Cu�ndo conseguiremos la voz propia para ser pueblo!:

  Y el hombre aqu� de pie
  con el pulso normal,
 firme, erguido, sereno,
con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas
  y en su lugar los huesos. 
 
  Le�n Felipe. (T�bara 1884-M�xico 1968) 

 

 

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