Muchas momias hallé por los caminosÂ
del mundo y han marcando fuertemente
mi vida a la que quise diferente
sacada de entre el caos y los espinos.
No quiero inclinarme ante mezquinos
filósofos que caprichosamenteÂ
me quieren sumergir en un rugienteÂ
abismo de siniestros desatinos.
Y tuve que buscar mi ruta ciertaÂ
poniendo a todas los sandeces dique
de en medio de la arenga y del palique
no quiero oir las voces ni la alerta
de un sórdido agorero que recite
los males que le dicte algún cacique. |
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Ha muerto el hombre que me dio la vida.
¡Tenía que pasar!, me dicen todos
y muchos con empeño de beodosÂ
me quieren consolar de su partida.
No me consuelo, amigos, que escondida
llevo la pena por viscosos lodos
de tantas veces que con malos modosÂ
le tuve involucrado en mi caída.
¡Es mi padre! me digo tristemente
que dió por mí su vida y su sosiego
amándome esforzada y ciegamente.
Al vil consuelo de palabras huecas,
ahora que se marcha yo me niego;
de nadie quiero oir, ni voz ni muecas.
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