LOS BUENOS LIBROS
Francisco Arias Solis
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"Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano."
Antonio Machado
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LA MEJOR UNIVERSIDAD
Desde que Carlyle, ech� a rodar su idea, de que la mejor Universidad es una biblioteca, hemos presenciado el esfuerzo de no pocas editoriales para ponerla en marcha, pr�cticamente, dando por poco costo al p�blico colecciones de libros cl�sicos en que se abarcara el panorama m�s dilatado de la literatura de un pa�s, o cuando m�s ambiciosas, de la universal.
Pero las normas de selecci�n son tan vagas, que si el negocio tiene �xito y los vol�menes se venden se observar� un curioso fen�meno, que el n�mero de la obras maestras y dignas de figurar en la colecci�n asciende y asciende, sin pausa, y cuantas m�s se publican, m�s hay; lo cual no deba acaso atribuirse a la consideraci�n optimista de que los buenos libros son infinitos, sino m�s bien al caudal dinerario que �sto significa. Y entonces se concede igual rango a Miguel de Cervantes que a cualquier contempor�neo admitido a alternar con los genios. Y es que la mayor�a de los lectores leen a ciegas o, a lo m�s, con anteojeras.
"Tarea dif�cil es encontrar una v�a infalible para dar con esos libros (los grandes) -dec�a Georg Brandes-, como formular reglas para hablar en este mundo a la gente de cuyo trato sacar�amos mayor agrado y provecho":
Al no buscar la infalibilidad por ser harto dif�cil encontrarla, el hombre moderno ha de aconsejarse a s� mismo ciertas limitaciones en ese desordenado apetito por la lectura. Resignarse a no saberlo todo, de todo. No nos pongamos en el camino de morir de atracones.
"Hay que estar enterado", este dicho act�a como mandamiento, en muchas almas inocentes o presuntuosas, incapaces de confesar que no han le�do este o aquel libro de moda, o realmente importante. Doquiera se encuentra hoy d�a de esos "cultos" archile�dos.
Cualquier selecci�n implica renuncia. El primer paso de la facultad de elegir ha de consistir, por penoso que sea, en renunciar a esa pretensi�n totalitaria de la lectura. La faena de echarse cada cual sus cuentas sobre los mejores libros corresponde a cada individuo, es tanto derecho como deber, y, en consecuencia, intransferible. Ni esa selecci�n puede venir impuesta autoritariamente desde fuera.
La soluci�n del gran drama de la lectura est� en la ense�anza de la lectura. En la formaci�n del lector. �Por qui�n y desde cu�ndo? Por la escuela y desde que se entra en contacto con las letras; en cuanto se empieza a ense�ar las letras. La letra con letra entra. Lo primero que la escuela tiene obligaci�n de ense�ar: �el arte de la lectura!
No hay m�s tratamiento serio y radical que la restauraci�n del aprendizaje del bien leer en la escuela. Lo que se logra, poniendo al escolar en contacto con los mejores profesores de lectura: los buenos libros. Y como dijo el poeta: "Nuestras horas son minutos / cuando esperamos saber, / y siglos cuando sabemos / lo que se puede aprender".

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