TITANIC
Diego Remussi

Dibujo: Carolina Pérez
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Tenía siete años. Lo decía contento y mostraba la cédula. En la foto no había salido
bien. Estaba despeinado y parecía más chiquito. Todos tenían la misma cara de desorientación en la foto de la cédula.Â
Pero Martín la mostraba por otra razón. Quería que vieran la fecha de su
nacimiento. El día era el mismo que el del hundimiento del Titanic. Había una diferencia de más de noventa años. Quizás fuera sólo una
coincidencia, pero desde que se enteró, se puso a investigar todo lo que
pudo. Y gracias a la película supo más todavía.
La hermana ya le decía "Titanic" y se burlaba y se reía. Pero en el fondo estaba
orgullosa. Cuando iban caminando juntos, a la salida del colegio, siempre escuchaba sus
historias. Y María le preguntaba cómo un barco tan grande podía haberse hundido con un hielo de nombre extraño. |
Martín pidió para navidad un modelo a escala. Venía con el pegamento y unas instrucciones que parecían complicadas. La hermana se conformó con una lancha fuera de borda, para llevar a la plaza. Allí había una pileta grande y otros chicos llevaban sus embarcaciones. El verano los invitaba a salir y a jugar al aire libre.Â
Sin embargo, Martín se quedaba tratando de terminar el armado de su "Titanic" de colección. No le llevó mucho tiempo, pero la hermana le había sacado ventaja en la navegación. Era más fácil hacer andar a una lancha que iba tirada por un piolín. Los otros chicos llevaban sus barquitos y hasta había uno que tenía una balsa de madera. No había ningún trasatlántico, claro. Y el que había hecho Martín era para poner en la repisa de la habitación.
Un día él se acercó para ver en qué andaba María. Ella le dijo que si quería le prestaba la lancha, pero que no tirara muy fuerte del piolín. Martín olvidó sus sueños de barcos monumentales y se puso a jugar con los otros chicos. Comían rápido alrededor de la pileta y el agua no era fría para nada. El verano calentaba ese mar sin hielo, ni icebergs.
María lo alentaba. Habían hecho una carrera con sus barquitos y la lancha iba más o menos bien. Hasta que se le dio vuelta. Tiró para sacarla y se le escapó el hilo. Martín se quedó al borde de la pileta mirando un nuevo naufragio. No estaba lejos y era cuestión de estirar el brazo, pero no sabía qué hacer y se sentía bastante
avergonzado.
Los chicos interrumpieron la carrera y se acercaron para
ayudarlo. Hicieron olas con las manos y la lancha empezó a moverse. También María ayudó con las tareas de
rescate. No se había enojado para nada. Al contrario, bromeaba con él y se reía de una manera
contagiosa.
Volvieron a la casa, mojados hasta los codos. La lancha había sobrevivido su naufragio de
pileta. Martín se quedó pensando en qué pasaría si le agregaba un piolín a su barco de colección. Aunque el mar no fuera
helado, le gustaba más ése de plaza y chicos divirtiéndose. |

Dibujo:Â Carolina
Pérez
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