LOS ILUSTRES SEGUNDONES
Carlos Yusti
Con eso de "ilustres segundones" no haga referencia al corifeo borreguil que conforma nuestra cochambrosa Asamblea Nacional. Mucho menos a todos esos generales empecinados en filibustear a costa del gobierno, tampoco a los advenedizos del MVR que pululan por los pasillos del poder tan agrisados y elementaloides. Mucho menos va referido a los majareta meretrizados de la oficialidad cuyas actuaciones/opiniones (rangelciceronianas) demuestran el triste papel de relleno en esta gran opereta, con m�sica de cacerolas al fondo, en la que han convertido al pa�s. M�s bien la cosa va por lo literario y hago alusi�n a esos personajes, que sin ser titulares, son inolvidables. Personajes al fondo, desenfocados y que a pesar de su condici�n subalterna se vuelven imprescindible en el afecto de los lectores.
Se puede iniciar esta m�nima enumeraci�n con Panurgo, personaje de la novela Gargantua y Pantagruel, que es una especie de buscavidas, cuya filosof�a de la vida surge de su experiencia y de su gran observaci�n del mundo. El fragmento sobre el matrimonio ilustra el perfil bastante pormenorizado del personaje creado por Rabelais:
"Puesto que la suerte est� echada y lo hab�is decretado tras firme deliberaci�n - repuso Pantagruel- no queda nada por decir y s� mucho por hacer.
- Bien -dijo Panurgo - pero no quisiera ejecutarlo sin vuestro consejo y excelente opini�n.
- Tal es mi opini�n - contest� Pantagruel- y os lo aconsejo.
- Pero - dijo Panurgo- si pens�is que m�s vale as�, sin emprender nunca m�s nuevas aventuras, preferir�a no casarme.
- Pues no os cas�is - fue la respuesta de Pantagruel.
- Bien - dijo Panurgo- Pero he de continuar as�, solitario toda la vida, sin compa��a conyugal? Sab�is que est� escrito: VAE SOLI? El hombre solo nunca parece tan feliz como el casado.
- �Casaos, vive Dios! Exclam� Pantagruel.
- Pero y si estando enfermo o impotente para cumplir mis deberes matrimoniales, mi mujer, impaciente por mi languidez, se entregar� a otro y no solamente dejar� de cuidarme, sino que se burlar� de mi calamidad y (lo que es peor) me robar� como he visto que es frecuente, �eso acabar�a conmigo!.
- Pues no os cas�is, - repuso Pantagruel.
- Si tal hiciese , -replic� Panurgo- nunca tendr�a hijos leg�timos, en los cuales depositar la esperanza de perpetuar mi nombre, mis t�tulos, a los cuales legar mi herencia y mis adquisiciones."
Otro segund�n memorable es el Doctor Watson, celebre compa�ero del agudo, y morfin�mano, Sherlock Holmes. El cuadriculado Watson, aparte de observador directo, participante y escritor de las peripecias del infalible detective, viene a constituir la mente apol�nea, com�n y sin complicados vuelos del intelecto. Watson es un cascarrabias met�dico y austero que permite al peculiar detective brillar con sus deducciones y su preciso poder de observaci�n. Holmes por su parte era un genio peculiar, drogadicto, destacado con el viol�n y poseedor de una mente exaltada, preocupada en resolver asuntos de cierta complejidad. La novela "Estudio en escarlata", narra la primera de estos dos esp�ritus divergentes. Tanto Watson como Holmes adquirieron rasgos m�s all� del papel, sin mencionar que el cine les dio una popularidad sin precedente. Aquella an�cdota es de sobra conocida: una ma�ana Holmes y Watson est�n en una plaza. Holmes le dice al distra�do doctor. "Estimado Watson sus interiores son color caf�". Watson sorprendido pregunta: "�Rayos, como lo supo?". "Elemental mi querido Watson, olvid� ponerse los
pantalones".

El Quijote, autor
Ram�n M�ndez
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Otro personaje destacable en su rol
secundario, y que ha servido de modelo a los dem�s, en Sancho Panza, escudero del famoso caballero de la triste figura Don Quijote de la
Mancha. Si Don Quijote representa al hombre versado en lecturas, mordido a su vez por la pasi�n y la
locura; Sancho, su escudero de circunstancia, viene a representar ese lado iletrado de la
vida, esa parte bizarra y es en cierto modo la otra cara de su amo y caballero. Si Don Quijote tiene equipado su esp�ritu con una buena porci�n de novelas de caballer�as, el escudero Sancho tiene apertrechada su alma de sandeces y
refranes, una innata sabidur�a picaresca lo alienta. Sancho es la Espa�a del
paisanaje, la Espa�a del taco y charrasquillo, de la miseria y la
ignorancia. Este sigue al Quijote no movido por ideal, sino por un inter�s
concreto. Una �nsula que en las primeras de cambio le promete en su locura el delirante Caballero de la
Mancha. Luego con el camino andado, las palizas y la menesterosa, pero siempre
movida, vida de escudero Sancho, crece espiritualmente personaje. |
En el bachillerato los profesores hablaban siempre de la quijotizaci�n de Sancho Panza. No obstante m�s que una trasmutaci�n de Sancho, creo que este despierta como de un sue�o; un sue�o ca�tico, pero grandioso. Debido a ello �l lo que desea, en las entra�as de su coraz�n, es seguir so�ando. No su sue�o, claro, sino los sue�os delirante de su amo. Sue�os que de alguna manera le han proporcionado significaciones nuevas e inolvidables a su existencia. Pero Don Quijote ya esta de vuelta de la locura, de la magia del delirio y es memorable aquel pasaje donde un Sancho lloroso conmina a su se�or a volver a los caminos: "Ay!-respondi� Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, se�or m�o, sino tome mi consejo, y viva muchos a�os; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin m�s ni m�s, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancol�a. Mire no sea perezoso, sino lev�ntese desa cama, y v�monos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quiz� tras alguna mata hallaremos a la se�ora Do�a Dulcinea desencantada,..."
Otro personaje es el famoso Passepartout (o Picaporte como aparece en algunas traducciones) del libro "La vuelta al mundo en ochenta d�as". Aqu� el amo y su criado poseen tambi�n rasgos bien delimitados. El amo, Phileas Fogg, es un flem�tico caballero ingl�s, bastante quisquilloso con eso del tiempo. Todo para Fogg est� cronometrado. El almuerzo, su descanso, sus paseos. Vive solo y con un criado resuelve las menudencias domesticas. Esta obsesi�n por el tiempo lo lleva, primero, a despedir a su antiguo criado James Forster( este se equivoc� al llevarle el agua para afeitarse a los ochenta y cuatro grados Fahrenheit y no a los ochenta y seis) y luego en el Reform-club, en la que se engancha en una apuesta de recorrer el mundo en 80 d�as.
La despedida del criado trae consigo la llegada de uno nuevo: Jean Passepartout, apodo, seg�n sus propias palabras, que le ha quedado de su capacidad especial de salir bien librado de cualquier contratiempo. Esta combinaci�n nos promete en las presentaciones de rigor una aventura bastante movida. La adaptaci�n al cine, protagonizada por David Niven en el rol Fogg y Mariano Moreno "Cantinflas" en el de Passepartout, es una pel�cula que hoy se deja ver con agrado. Cantinflas como el criado de Fogg/Niven no tiene parang�n a tal punto que no s� si me gusta m�s este personaje por Cantinflas o por Julio Verne.
El libro "Los papeles p�stumos del club Pickwick" es un libro inaplazable si uno quiere re�rse a mand�bula batiente. Todo los personajes del irrisorio club mueven a la risa y al cari�o. Novela escrita por entregas que surge a ra�z de una propuesta realizada a Charles Dickens por los editores Chapman and Hall. Estos quer�an editar una historia por entregas que ridiculizara a los Club deportivos, muy en boga en esos d�as. La novela fue creciendo a cada entrega y en el cap�tulo XIII el presidente del club contrata los servicios de un criado, Sam Weller. Dicho personaje hizo aumentar de manera inesperadas las ventas.
San S�ller es un individuo del mont�n que se las apa�a, con ingenio natural, para desempe�ar cualquier oficio. En la entrevista para contratarlo el se�or Pickwick le dice:
"-Nos interesar�a conocer la opini�n que le merece a usted el empleo que actualmente desempe�a-empez� diciendo Mister Pickwick.
-Me ser�a mucho m�s f�cil contestarle, se�or, si usted pudiera informarme sobre la posibilidad de obtener otro mejor".
Sam Weller siempre una respuesta ingeniosa, una frase chispeante:
"Fue tan grande la sorpresa de Sam, que hasta desfalleci� y tuvo que apoyarse sobre la muchacha lo que dio lugar a otro juego complementario de ternuras.
-Esto es sencillamente el colmo-exclam� Sam-como dijo una vez lord mayor al escuchar c�mo le ped�an la mano de su propia esposa".
Es tanta aceptaci�n de Sam Weller por parte de los lectores que cuando este no aparece la novela pierde encanto. Por ese motivo Dickens deja colar siempre: "Es posible que alg�n lector avisado se pregunte d�nde estaba Sam durante el transcurso de aquellos hechos. El pr�ximo cap�tulo dar� suficiente luz sobre su paradero".
Denis Diderot dijo una vez de Voltaire que este era el mejor segundo en todo. En eso anda uno en la vida. En quedar movido en la foto. En tratar de ser un personaje secundario en la existencia. De muchos protagonistas y titulares casi nunca nadie se acuerda. De segundo, pero ilustre e ilustrado. O sea.
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